Este jueves ha fallecido Nelson Mandela, Premio Nobel de la Paz y Príncipe de Asturias y posiblemente una de las personas más importantes, admiradas e influyentes de la historia. Madiba, como cariñosamente le llamaba su pueblo, pasó casi treinta años en la cárcel por defender los derechos de la población de raza negra en Sudáfrica, su país, gobernado por unas leyes que discriminaban a estos ante la minoría blanca.
Tras la presión internacional, Mandela consigue la libertad y logra poco después la presidencia del gobierno, desde allí es desde donde da una lección de reconciliación a todo el mundo aceptando al otro e invitando a la convivencia desde el perdón.
Con él muere un gran hombre del que todos deberíamos aprender y tomar ejemplo, de su capacidad de diálogo y de perdón, de su fortaleza tanto física como mental, de su seguridad en sí mismo y en sus posibilidades, de su defensa y lucha desde la paz por los derechos de los más desfavorecidos.
Él contaba que cuando algún día de su largo cautiverio le flaqueaba el ánimo solía repetirse en la mente los versos de un poema de William Ernest Henley (1849-1903) titulado INVICTUS, a continuación pongo la letra original, su traducción y un fragmento de la película con el mismo nombre donde sale la celda que habitó durante los 27 años de preso y trabajos forzosos.
Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.
Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.
Más allá de la noche que me cubre,
Negra como el abismo sin fin,
Agradezco a los dioses si existen
Por mi alma inquebrantable.
Caído en las garras de la circunstancia
No he llorado ni pestañeado.
Bajo los golpes del destino
Mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
Yace el horror de la sombra,
Y sin embargo la amenaza de los años
Me encuentra, y me encontrará sin miedo.
No importa cuán estrecha sea la puerta,
Cuan cargada de castigos la sentencia,
Soy el amo de mi destino:
Soy el capitán de mi alma.
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